La silenciosa crisis laboral que acecha a los jóvenes: “Una máquina puede ser más barata y productiva”

Desempleo juvenil en Chile llega a su nivel más alto en más de una década y preocupa impacto de la automatización

La situación laboral para los jóvenes chilenos atraviesa uno de sus peores momentos. Entre abril y junio de este año, la tasa de desempleo para el segmento de 15 a 24 años llegó al 21,6%, lo que significa un alza de 1,5 puntos porcentuales en comparación con igual periodo de 2024. Se trata de un nivel 4,7 puntos superior al promedio de la década 2010-2019, según advierten los expertos.

El problema no se limita a quienes buscan trabajo sin éxito. También crece el número de jóvenes que ni estudian ni trabajan —los llamados ninis—, que en el último año pasaron de 331.596 a 336.604 personas, de acuerdo con cálculos del economista de la UC, Tomás Rau.

Causas detrás del deterioro
Juan Bravo, director del OCEC UDP, explica que el bajo dinamismo de la economía ha sido clave. Entre 2014 y 2024, el PIB creció en promedio solo 2% anual, lo que redujo la capacidad del mercado para generar empleo asalariado formal, especialmente para quienes tienen menos experiencia.

A ello se suma un marco laboral que, según Cristián Duarte, ex director de la Bolsa Nacional de Empleo, se ha vuelto “más oneroso e inflexible”, desincentivando la contratación de personas sin experiencia por el riesgo que esto implica.

Otro factor es el aumento de los costos laborales. Cecilia Cifuentes, del ESE Business School, señala que el salario mínimo —que superó los $500 mil— y las mayores cotizaciones derivadas de la reforma previsional afectan particularmente a trabajadores jóvenes y con baja calificación.

La amenaza de la automatización
La tecnología también está redefiniendo el panorama. El economista Sergio Urzúa advierte que tareas que antes ocupaban gran parte del tiempo de un trabajador en sus primeros años —como preparar presentaciones, organizar agendas o redactar documentos— hoy las realiza un computador en segundos y sin errores.

“Frente a humanos sin experiencia, una máquina puede ser más barata y productiva. Brutal”, resume Urzúa, quien prevé consecuencias de largo plazo, como una fractura permanente en la carrera profesional.

Coincide Ingrid Jones, de LyD, al señalar que el avance tecnológico amenaza a quienes desempeñan labores de baja especialización, un grupo en el que abundan los jóvenes. Duarte agrega que las primeras funciones en automatizarse han sido justamente aquellas que suelen asignarse a este segmento: cajas, call centers, tareas administrativas y operativas.

Un desafío y una oportunidad
No todo es negativo. Los especialistas reconocen que los jóvenes, por su cercanía natural con la tecnología, pueden adaptarse más rápido a nuevos métodos y herramientas. El reto, dicen, está en adquirir habilidades y especializaciones que les permitan insertarse en empleos menos expuestos a la automatización y con mayores perspectivas de crecimiento.